Una pareja de hembras de albatros de Laysan, endémicas del archipiélago de Hawai. -
El amancebamiento entre animales del mismo sexo no es un capricho de unas cuantas alimañas lujuriosas. La homosexualidad es una opción vital compartida por centenares de especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios, incluso de insectos, moluscos y nematodos. La literatura científica está llena de ejemplos. Los muflones canadienses sólo montan a las hembras que se comportan como machos. Los pingüinos barbijos en cautividad forman parejas masculinas que persisten durante años. Y la mitad de las acometidas sexuales de los machos de delfín mular tienen como destinatario otro macho.
Estos comportamientos violan, en apariencia, la ley más sagrada del reino animal: la de la procreación. Si un individuo no tiene descendencia, como ocurre supuestamente en un ejemplar homosexual, su modo de vida se esfuma en la línea evolutiva. Sin embargo, esta jurisprudencia no está tan clara para los biólogos Nathan Bailey y Marlene Zuk, de la Universidad de California.
Ambos científicos publican hoy en la revista Trends in Ecology and Evolution un estudio que da la vuelta al dogma. El comportamiento homosexual no sólo es compatible con Darwin, sino que es en sí mismo un actor capaz de modificar la evolución de una especie. "Como cualquier otro comportamiento que no conduce directamente a la reproducción, -como la agresividad y el altruismo-, las relaciones entre animales del mismo sexo pueden tener consecuencias evolutivas que empiezan a ser consideradas", explica Bailey.
Compartir las tareas del nido
El investigador pone como ejemplo al albatros de Laysan, un ave marina originaria del archipiélago de Hawai. Un tercio de las parejas de esta especie está compuesto sólo por hembras, que se cortejan y comparten las tareas del nido. Aunque el éxito de las parejas lesbianas a la hora de sacar adelante a sus polluelos es menor que el de los duetos formados por un macho y una hembra, supera ampliamente al de las madres solteras.
Esta tendencia lésbica es, según Bailey, una ventaja evolutiva. En la colonia estudiada, la proporción de hembras era mucho mayor que la de machos. Si no existieran las parejas homosexuales, las hembras pelearían por los machos y provocarían separaciones en las parejas heterosexuales. El número de polluelos, en ese caso hipotético, caería en picado. Otras especies de aves marinas, como el charrán rosado habitual en las islas Canarias y la gaviota de California, también disfrutan de estas ventajas evolutivas del lesbianismo.
Los biólogos señalan otras especies que aprovechan las conductas homosexuales para aumentar su éxito reproductor. Algunas cucarachas macho, por ejemplo, imitan el comportamiento de las hembras para ser montadas por otros machos. Al calmar los impulsos sexuales de estos, los insectos travestidos tienen el camino expedito para cubrir a las hembras.
Bailey y Zuk piden que no se esgriman los estudios científicos de comportamientos animales como arma política. Sin embargo, ellos mismos recuerdan en su artículo que el trabajo del biólogo canadiense Bruce Bagemihl, que documentó comportamientos homosexuales en 450 especies, fue fundamental para que el Tribunal Supremo de EEUU tumbara en 2003 una ley que pretendía prohibir la sodomía en Texas.
Fuente: publico.es
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