jueves, 31 de mayo de 2018

Un grupo de sacerdotes ultracoservadores se rebelan contra la supuesta apertura del Papa


Mientras los feligreses no salen de su asombro con cada nuevo escándalo sexual en el seno de la Iglesia Católica, ya sea en Chile, México, España, Italia, Australia o en los Estados Unidos, las altas esferas de la iglesia reaccionan de la misma manera que los políticos ante la corrupción: mirando para otro lado. Pero basta que el Papa abra la boca para abrirse mínimamente al colectivo LGBT o las personas divorciadas y discriminadas por la iglesia, y el sector más ultraconservador de la iglesia se conjura contra el « caos doctrinal» al que aseguran que el papa Francisco está arrastrando a la Iglesia.

Quizás no sean muchos, dado son más de 400.000 los sacerdotes dispersados por el mundo, pero bastan estos 250 curas, de los que 11 son españoles, para que le formaran un cisma en toda regla al Sumo Pontífice a través de una carta que le han remitido mismo lunes, 28 de mayo de 2018, que bien parece podría estar extraído de alguna carta de la Edad Media y en la que no solo arremeten contra la supuesta apertura hacia el colectivo LGBT, sino que aprovechan para protestar contra otras cuestiones en un documento que han denominado como una « Apelación Pastoral a los Obispos para una Reafirmación Apostólica del Evangelio».

« Como sacerdotes ordenados para ayudar en el cuidado pastoral del pueblo de Dios, escribimos para solicitar su ayuda al tratar con un enfoque equivocado de la vida moral cristiana que encontramos con frecuencia y que perjudica gravemente a quienes se dejan engañar por él. Creemos que gran parte del daño podría sanarse o mitigarse si Ud. reafirmase las enseñanzas de Cristo y corrigiese esos errores con la plena autoridad de su oficio apostólico. Esto no solo beneficiaría a aquellos que se le confiaron como obispo diocesano, sino que como Sucesor de los Apóstoles contribuiría en gran medida a la unidad y el bienestar de la Iglesia universal. Nuestra preocupación pastoral es que sin esa asistencia esta situación perjudicial empeorará significativamente», comienza este documento de 3 páginas, que permanece abierto a los sacerdotes que lo quieran suscribir.

«Dios es amor», señalan en el primer punto, para condenar a aquellos que incurren en lo que su catecismo considera un pecado, exculpando después a quienes cometen un pecado por «ignorancia» o «impedimentos a la libertad», y explicando que la tarea de la iglesia no es otro que el de ayudar y liberar a quienes cometen el mal, pero sin tener conciencia de ello, que son los únicos que parece ser que «permanecen en comunión con Dios». Asimismo, cuestionan firmemente la conciencia personal de quienes interpretan que no están cometiendo un pecado por incurrir en alguna acción que consideran ya no se ajusta a la interpretación de la iglesia contemporánea, como el divorcio o las relaciones sexuales fuera del matrimonio, reclamando a los obispos que les nieguen la comunión. Descartando categóricamente el matrimonio igualitario, dado que solo puede producirse entre un hombre y una mujer, como ya se prohibiera hace 50 años, junto con el uso del preservativo, el aborto y las uniones civiles en la encíclica Humanae Viate de Pablo VI, publicado el 25 de junio de 1968 y cuya vigencia reivindican los firmantes en oposición a la nueva pastoral defendida por el Sumo Pontífice.

« Que la Santísima Virgen y San Miguel Arcángel protejan a la Iglesia Católica de las asechanzas del demonio, lobos con piel de oveja», declara el misionero español en Etiopía, Christopher Hartley Sartorius, uno de los más fervientes opositores a Jorge Mario Bergoglio, junto con el cardenal Robert Sarah, presidente de la Congregación para el Culto Divino, que advierte de las «consecuencias serias» que podría tener el ordenamiento de personas casadas como sacerdotes, dado que supondría «romper definitivamente con la tradición Apostólica», así como el cardenal Walter Brandmüller recalca que «quien defiende la ordenación de mujer es un hereje y está excomulgado». Todos ellos están convencidos de que abrir el debate sobre cualquiera de estas cuestiones no llevará a la iglesia a una «primavera católica», sino a un largo invierno que podría tener llevar «el efecto de vaciar las iglesias».

Fuente: Universogay.com

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